La voz popular afirma que, de las malas noticias, las personas se enteran inmediatamente; de las buenas, casi no se habla.

Este 22 de julio, la Cámara de Diputados, a través de la Junta de Coordinación Política, logró regresar a los ciudadanos el Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE).

Quizá, como la primera vez que se eligió a ciudadanos para integrar al órgano electoral, el Instituto Nacional Electoral tiene una mayor representación de personas independientes, con imparcialidad y con alta vocación de servicio. No me equivoco al afirmar que el INE va a regresar, en unos años a la esencia con la que nació: generará certeza sobre el voto que los ciudadanos depositan en su urna.

Luego del fraude electoral que vivimos en 1988, la demanda ciudadana era clara: que un voto cuente un voto y que sí cuente.

Después de un proceso largo, no exento de fricciones, la Cámara de Diputados aprobó a los cuatro consejeros que sustituirán a los que se retiran desde este mes de abril. Todas ellas y ellos (dos mujeres y dos hombres) serán, en parte, responsables de que la gran elección de 2021 dé certeza a los ciudadanos.

Estamos a un año de vivir un proceso electoral donde puede definirse un regreso al pasado o una apuesta para continuar en el proceso de transformaciones. Hay pruebas de esta transformación: la elección de los nuevos consejeros del INE es una.

Recordemos que años atrás, el proceso de elección de los consejeros pasaba por la aprobación y negociación de los intereses de los grupos y partidos políticos. Ahora, fueron los ciudadanos, de manera independiente, quienes decidieron participar en el proceso para ocupar un lugar en el INE.

El lector preguntará, justificadamente: ¿esto en que me beneficia?
La pregunta es pertinente. Porque la cosa pública siempre se ha visto alejada de los intereses de los ciudadanos. Esa es una de las grandes transformaciones que estamos tratando de lograr: que la cosa pública sea, verdaderamente, en hechos y no en discursos.

Los nuevos consejeros electorales tomarán decisiones fundamentales para garantizar que los procesos electorales, tengan certeza y certidumbre.

En México, desde los años 50 del siglo XX, se ha luchado para lograr que el sufragio efectivo sea una realidad. Ya sabemos la forma en que un sistema logró y evitó que la verdadera representación popular llegara al ejercicio de gobierno.

El 2018 fue una prueba de que los ciudadanos pueden ganar el control de la vida pública. De ahí el triunfo de Andrés Manuel López Obrador.

Pero no basta con los buenos deseos, las instituciones deben tener a personalidades que respondan a los intereses de los ciudadanos. Se ha logrado. Hoy, el INE entra a una etapa de certeza por la incorporación de personas lejanas a los intereses de un grupo o un partido. El INE vuelve a ciudadanizarse y esa es una muy buena noticia.