LXVI LEGISLATURA

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Hablar de liderazgo en los tiempos actuales no es algo trivial. En un mundo donde prevalecen la incertidumbre, la polarización y los cambios acelerados, México encontró en la presidenta Claudia Sheinbaum una forma clara y consistente de conducción política.

Su liderazgo no se explica tan solo por el hecho histórico de ser la primera mujer que ocupa la Presidencia de la República, sino por la manera en que ha sabido encarnar todo un proyecto progresista con vocación social, visión regional y profundo respeto por la soberanía nacional.

La mandataria mexicana ha demostrado que es posible gobernar con principios y gobernar con eficacia. Su estilo se distingue por la serenidad, la capacidad técnica y una convicción firme en que el Estado debe estar al servicio de la gente.

En una región donde los países atraviesan virajes ideológicos y debates sobre el rumbo de sus gobiernos y donde el péndulo se carga hacia la derecha, México se consolida como referente de estabilidad política, justicia social y respeto institucional.

El liderazgo de la presidenta se expresa también en su manera de relacionarse con América Latina. Frente a un escenario diverso, donde cada nación enfrenta sus propios retos y decisiones, ha sido clara en sostener una postura de respeto absoluto a la soberanía y a la libre autodeterminación de los pueblos.

México no señala, no juzga ni interviene: acompaña desde el ejemplo, desde la congruencia y desde la defensa de los principios que históricamente han guiado su política exterior. Esa firmeza serena es, en sí misma, una forma madura de liderazgo.

En lo interno, su compromiso con la justicia social es hoy una constante. La continuidad y fortalecimiento de los programas sociales y las políticas públicas orientadas a reducir desigualdades, ampliar derechos y colocar a las personas en el centro de las decisiones de gobierno reflejan una visión clara de país.

Gobernar, para ella, no es administrar inercias, sino transformar realidades. No sorprende, por tanto, que los niveles de aceptación ciudadana se mantengan altos: la gente reconoce coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.

Ser la primera presidenta de México tiene, además, una carga simbólica profunda. En una región donde las mujeres han enfrentado históricamente barreras para acceder a los espacios de poder, nuestra jefa de Estado representa una ruptura con viejos esquemas. Su liderazgo demuestra que la capacidad, la firmeza y la sensibilidad conviven con el ejercicio del poder público.

El liderazgo verdadero se construye con resultados, congruencia y confianza. Hoy, el pueblo de México tiene la certeza de contar con una presidenta que defiende los intereses nacionales, que actúa con responsabilidad frente al contexto internacional y que no pierde de vista a quienes históricamente se les relegó.

ricardomonreala@yahoo.com.mx

X: @RicardoMonrealA

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