Al cierre de 2025, cuando se hace un balance del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, hay una imagen que se impone por encima de cualquier discurso: la del territorio, la de los caminos recorridos y, sobre todo, las plazas, comunidades y barrios donde la política vuelve a tener sentido porque se mira al pueblo a los ojos.
Cientos de kilómetros recorridos del norte al sur del país resumen una forma de gobernar. Más de 104 mil kilómetros en giras presidenciales —84 mil por vía aérea y casi 20 mil por tierra— equivalen, simbólicamente, a darle ocho vueltas al planeta.
Pero lo relevante es que esas giras son parte de una agenda política que es, antes que nada, social. Una presidenta que ha visitado dos, tres y hasta diez veces cada una de las 32 entidades, para escuchar, dialogar y guiar.
He tenido la fortuna de acompañarla en varias de esas giras y puedo afirmar que ahí no hay distancia con la gente. Hay diálogo a pulmón abierto, hay peticiones, hay esperanzas, hay compromisos. Esa cercanía explica por qué muchos de esos momentos se han vuelto virales: porque son reales.
Este final de año también confirma la continuidad de un proyecto que puso al centro a quienes históricamente se les dejó atrás. La presidenta ha insistido en que gobernar es reducir desigualdades, llevar bienestar a donde nunca llegó y entender que el desarrollo no se mide solo en cifras macroeconómicas, sino en la vida cotidiana de las personas.
Y es aquí donde el cierre de año se cruza con la Navidad. En estas fechas, más allá de credos, celebramos el nacimiento de Jesús y lo recordamos no como una figura distante, sino como un luchador social que puso en el centro a las personas más necesitadas y a las excluidas.
Su mensaje sigue vigente porque nos recuerda que la justicia social no es caridad, es responsabilidad colectiva; que poner primero a los últimos no es un gesto moral aislado, es una forma de transformar la realidad.
Los movimientos progresistas del presente beben de esa misma fuente: la idea de que la dignidad humana debe estar por encima del privilegio y que el poder solo tiene sentido cuando sirve. En ese espejo se mira hoy el gobierno de la primera presidenta de México; por eso conecta con millones de personas.
Este momento también sirve para reconocer lo avanzado y renovar el compromiso. Y qué mejor manera de celebrar la Navidad que reafirmando que la política también es un acto de amor al prójimo cuando se gobierna con el pueblo y para el pueblo.
Feliz Navidad a las y los lectores. Que estas fechas nos encuentren unidos y con la convicción de que un México más justo sigue siendo posible.
X: @RicardoMonrealA
