DIPUTADA NAYELI ARLEN FERNÁNDEZ CRUZ (NAFC). Con la venia de la presidencia.

“Hay criminales que proclaman tan campantes ‘la maté porque era mía’, así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada. Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los supermachos tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo’, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo”. Eduardo Galeano.

La violencia contra las mujeres se ha convertido en un problema estructural que ha estado presente en todos los rincones del mundo y desde los inicios de la historia. Este tipo de violencia, no está confinada a una cultura, ni tampoco a grupos específicos de mujeres en la sociedad, se dirige hacia el género femenino en su conjunto con el objetivo de mantener o incrementar la subordinación que por siglos ha existido dentro del núcleo familiar o en la esfera pública.

Desafortunadamente, mientras la falta de equidad en las relaciones entre hombres y mujeres persista, la violencia hacia niñas y mujeres seguirá formando parte de la cotidianidad social a través de la normalización de conductas basadas en estereotipos.

Como legisladora, pero principalmente como mujer, creo necesario que dejemos claro en cualquier oportunidad de hablar de la  violencia que sufre un grupo no significa que otras violaciones de derechos no sean importantes.

Muchos sectores sociales sufren violencia, la inseguridad es un problema que hoy nos afecta a todos los mexicanos, sin embargo, la violencia contra la mujer se tiene que abordar de manera separada porque a diferencia de otros grupos, cuando una mujer es violentada, precisa en su condición de mujer por el solo hecho de ser mujer.

Tan sólo en México, 9 mujeres son asesinadas diariamente, 8 de cada 10 se sienten inseguras. Todas y todos hemos escuchado historias cercanas de mujeres amigas, hermanas, compañeras o incluso nosotras mismas hemos vivido en carne propia algún tipo de agresión ya sea psicológica, sexual, física o verbal. Hemos normalizado el hecho de caminar de manera valiente en todos los ámbitos de nuestras vidas. Si, valientes, pero con miedo.

Y es precisamente que de manera histórica, esta violencia ha sido invisibilizada, disfrazada, aceptada y normalizada como una falsa normalidad, por lo que combatirla requiere romper con creencias machistas que se encuentran en las raíces del tejido social mexicano, para dejar de lado ideas como que la mujer le pertenece al hombre, que no debe salir sola, que no debe vestir de cual o tal forma pues estas creencias son la base para justificar las agresiones hacia aquellas que cuestionan o se revelan ante las normas que socialmente son establecidas.

Es por eso que la violencia por razón de género amerita su propio análisis y su propio día internacional con el propósito de poder reconocerla, denunciarla y erradicarla por completo.

No olvidemos que la indiferencia es complicidad, callar ante estas atrocidades, favorece al perpetrador, ya que, con palabras despectivas, acciones e inacciones; con leyes discriminatorias; con el consumo de los medios de comunicación que cosifican a la mujer, los chistes misóginos de los que nos reímos y las actitudes que no discutimos, nos convertimos en parte de una cultura que continua generando desigualdad y violencia.

En este día, es importante que como legisladores recordemos el compromiso que tenemos para erradicarla la violencia contra niñas y mujeres en su totalidad. Estoy convencida que entre las claves para luchar contra este problema y avanzar en la prevención, está la educación y una respuesta adecuada de la justicia que evite la impunidad.

En este recinto hemos contribuido a la causa aprobando reformas que buscan acortar la brecha de desigualdad entre mujeres y hombres y confío en que seguiremos haciéndolo de esta manera. Tan solo en la comisión de justicia se encuentran aprobadas dos iniciativas muy relevantes, la primera, referente a la tipificación a nivel federal del feminicidio y la segunda que busca castigar de maneras más severas las lesiones como un tipo de violencia por razón de género.

Por último, quisiera destacar que la elección del naranja simboliza un color que representa el futuro brillante y optimista libre de violencia contra las mujeres y niñas, por lo que hago votos para que desde este poder legislativo logremos asegurárselo a todas las mexicanas.

No quiero dejar pasar este momento para mencionar y hacer énfasis en que sí, principalmente el día naranja pero también todos y cada uno de los días de nuestras vidas representa una oportunidad para sumarse al llamado de no más violencia contra las mujeres a fin de actuar y construir una sociedad libre de desigualdad, discriminación y violencia.

Este día y todos los días, todas y todos trabajemos y comprometamos a detener la violencia contra las mujeres.

Es cuanto.

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